domingo, 23 de enero de 2011

Leones en la lengua (Anthony Polema)

Se me acabaron las amalgamas púrpuras
que podé de las mil constelaciones para ti,
y estando tan cerca del final,

ningún rastro asonante queda dentro de mí,
antes que golpee el último sonido del tiempo
sabré que los leones llegaron a su fin.

Si, nuestros leones se marchan,
aquellos que nos pintamos
en la lengua y en las manos,
los que se nos escapaban por las luciérnagas
encendidas debajo de nuestras sábanas,
si, ellos ya llegaron
al final de su dibujo,
al desgaste sombreado de su sombra
cuyos pintores dejaron de pintarlos...

Partieron decolorados a los oriones
de los lunares silenciados de nuestras pupilas,
pálidos y desvelados caminan al olvido,
dando un último vistazo a las mejillas
del incienso cristalizado y perdido
de nuestras pasajeras glorias fingidas.

Si, nuestros leones se marchan,
aquellos que dibujamos en tu dermis
y los otros cuantos que nos tatuamos en la espalda
con la tinta oxidada de un lápiz
que se nos agotó de tanto usarla,
si, aquellos que grabamos en mi pelvis
y los que olvidaste dejar en mi almohada.

Eran blancos como la nieve
y los rugidos sinfónicos de sus guerras
rompían insaciables el cosmos de los inviernos,
blancos, desordenados y perdidos en nuestras piernas,
los que se devoraban al deseo
y daban caza a las llamas marchitas de la hoguera.

Si, nuestros leones se marchan
aquellos que nos pintamos en la lengua,
aquellos que dibujamos en tu dermis,
los que al invierno doblegaban.

Nuestros leones se marchan
atrofiados y descoloridos del desvelo,
aquellos que pintamos en mi pelvis...
aquellos leones que se devoraban
locamente al interminable deseo.

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