jueves, 15 de septiembre de 2011

Una mujer, una musa (Escritor nocturno)

Una mujer frente al mar, es un placer para la mirada que la captura en el horizonte. Una musa es una imagen que se difumina con los colores del ocaso y deshace con el atardecer. 

Una mujer lleva en su piel el fuego que desnuda a la certeza y enciende a la pasión más febril. Una musa seduce a la razón con la fuerza del deseo. 

Una mujer domina las olas con la fuerza de su cuerpo y la locura de su alegría. Una musa es todo mar, todo desierto. 

Una mujer se hace parte de la vida de uno. Una musa aparece inesperada y sin esperar nada, se va. 

Una mujer sonriendo nos devuelve la inocencia y su amor nos da un sentido nuevo a la vida. Una musa no puede hacer eso. 

La musa es inspiración de un escritor... y la mujer también. 

La musa es un ideal, llena de virtudes, de belleza, que inspira cosas bonitas y placenteras. 

La mujer es un cúmulo de sensaciones, con sus virtudes, con sus defectos, como todo ser humano. Entonces, uno al escribir encuentra más riqueza en la mujer que en la musa. Porque una mujer es alegría y también es tristeza; su inteligencia motiva la creatividad, su cariño nos recuerda que el alma existe, y sus defectos la hacen parte de un universo más humano, menos colorido, pero más sensible. Al contemplar a una mujer, uno se alegra con la inquietud de su sonrisa o se conmueve con el vértigo de sus lágrimas; y uno llega a desear terriblemente las formas de su cuerpo para ser parte de su alma. Por eso, es mas inspiradora una mujer que una musa.

Porque una musa es la creación de los hombres y una mujer es la creación de un dios.

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