En los ojos del lago
sobrevuela una brizna de mística esencia,
un brillo de alma extasiada,
la verosimilitud imperceptible del universo
y la conciencia misma de la nada.
En los ojos de la ternura, en cambio,
se adivina una dulce infusión de vida
entendida esta como un sinuoso y serpenteante
camino lleno de murmullos.
Pero solo en una densa y férvida neblina
que se escurre entre la luz,
sobre suaves, apetecibles y sedosas sábanas
de seducción onírica
y entre mil paredes húmedas de rocío,
puede alguien encontrar el verdadero
dialecto de la bruma
desbrozando sinfonías naturales
y adhiriéndose con fervor pasional
a la piel del alma.
Sí, solo en ella,
en aquella neblina densa y opalescente,
que difumina la membrana
dulce y desvelada de la luz lunar,
puede algún día alguien encontrar,
por fin,
su propia sombra.
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