El cielo guarda su nombre.
Todos se enamoraban de ella. Sus cabellos eran tan negros que parecía arrastrar la noche a sus espaldas. Y uno podía sumergirse en su hombro, buscando en aquella oscuridad el sosiego del alma.
Todos se enamoraban de ella. Cada uno deseaba beber de su piel, o conocer el dolor que encerraban sus lágrimas.
Y su sonrisa tenía la virtud de transformar los días complicados en fáciles.
Todos se enamoraban de ella y le decían, mirando como se quebraba el corazón entre las manos: necesito amarte, deseo amarte…
Y tocar el cielo…
Y ella era la parte del aire que se podía respirar.
Nunca confesó como se escapan los besos del corazón.
Nunca dijo: No creo en el amor si viene de ti.
Ella se cansó del silencio
Ella se agotó de escuchar a los que dicen mucho y no explican nada.
Todos le pidieron amor y nadie se atrevió a amarla.
Tuvieron miedo de incendiarle el corazón, sintieron pudor al ver desnuda su alma.
Tanta falta de atrevimiento cansa. Tanta falta de inteligencia exaspera.
Todos se enamoraban de ella y no hicieron más que asfixiarla recordándole su belleza cuando no hacia falta.
Y ella era la parte del aire que se podía respirar.
El cielo ahora guarda su nombre.
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