viernes, 16 de diciembre de 2011

El perro y el indigente (Eugenio Pacheli Chamorro)

Amanece lentamente
tras una gélida noche
y el sonido de algún coche
sacude el silencio ambiente.


Comienza a surcar la gente
rumbo a sus ocupaciones
desde los muchos rincones
los perros se desperezan
y los rayos del sol empiezan
a iluminar los balcones.


Poco a poco cada esquina
con su ritmo cobra vida
entre voces y corridas
y estridencia de bocinas
viajan almas sumergidas
en su mundo de rutina.


Solamente hay un umbral
donde el sol no ha llegado:
entre diarios cobijado
y a su lado un animal
yace el cuerpo congelado
de un indigente social.


muchas horas pasarán
antes que el indiferente
peregrinar de la gente
se percate que allí están
un cadáver y su can
que apostado a su costado
parece que hubiera velado
el sueño de su patrón
con la misma devoción
que en vida lo ha acompañado;
su flaco cuerpo ha encrespado
como diciendo a la gente
que de su amo solamente
muerto será separado.


La policía ha llegado
y a intentado vanamente
sortear la hilera de dientes
que se interpone a su paso
si pareciera que acaso
el famélico animal
intentara en el final
de su desgraciado amigo
una bala policial
que terminara consigo.


Finalmente doblegaron
al can, sin hacerle daño
y hubo un sentimiento extraño
en quienes lo dominaron,
quizás hasta se avergonzaron
de sentir que el perro aquel
era más noble y más fiel
de lo que jamás pensaron
pues sólo cuando rezaron
un responso por su alma
el perro encontró la calma
y sólo así se lo llevaron.


La sombra, empieza a ganar
lo alto de las cornisas
vuelve el sonido y la prisa
para llegar al hogar:
Comienzan a regresar
a sus mundos y a sus vidas
y la ciudad sigue erguida
cual grotesco monumento
y la noche, en un momento
se adueña de la partida
y en el centro, hay un umbral
cubierto por unos diarios
que es testigo del calvario
de un indigente social.


Pero al fin... todo da igual,
la noche sigue avanzando
y todo se va olvidando
con el ansiado reposo.


Sólo aquel perro sarnoso
sigue como un escudero
custodiando aquel agujero
cual si esperara a su amigo
mientras la noche es testigo
de su aullido lastimero.

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