miércoles, 9 de noviembre de 2011

Nathalie (Ecritor Nocturno)

Había en ella la curiosidad de verlas volar. Tenía los ojos cautivos en una mariposa de alas largas y tenuemente amarillas, que revoloteaba con un golpe de viento cerca de los delgados tulipanes. Aquella mariposa, se posó breve en uno de los pétalos y se extravió en ese aroma profundo de la naturaleza que poseen las flores en su interior.

Ella se acercó sigilosa, pero la mariposa, inquieta por aquella presencia, levantó el vuelo y se sostuvo en el aire, con la levedad de su ser. Ella quedó encantada ante ese aleteo rápido y nervioso. Siguió el rastro de su vuelo con la mano, luego con la mirada. Nathalie acariciaba el cielo con sus alas, con un vuelo impreciso e inexacto, mostrando en el celeste infinito la belleza de su forma, de su color, pero sobre todo, su fragilidad. Como todas las mariposas.

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