lunes, 21 de noviembre de 2011

Inquietudes (Antonio Jurado Rivera)

Hoy tranquilo, sin prisas, con la memoria descansada,
medito mi pasado y ahora compruebo con orgullo,
que la huella que dejo tras de mí, va marcada,
de un paso firme y regular: el paso suyo.

Soy poca cosa, lo sé, y el tiempo vuela,
y cuando aprieta el calor fuerte de la siesta,
a veces pienso en irme, dejándote una esquela,
encima del mantel, sobre la mesa puesta.

Para emprender así un camino de aventura,
que aunque vago y lejano me promete,
el poderle ofrecer a su figura
lo que en mis sueños veo tan claramente.

Que polvo soy y en él he de quedarme,
que la vida es muy corta y efímera,
no lo ignoro, lo sé, más quiero asegurarme
que de vivir no existe otra manera.

¿Seré capaz de ver cuando he llegado
al final del camino en que basé mis sueños?
¿o ya pasé de largo y lo he dejado
atrás, perdido y con un falso dueño?

¿Porqué esta incertidumbre que me embarga,
al ver mi porvenir negro y lejano,
la convierto de pronto en experiencia amarga
y en enemigo que, en peligro, no me tendió su mano?

¿Es acaso tan dura la existencia
como para pensar que, bueno o malo,
culpa de todo mal es esta indiferencia
a la que a veces yo me sumo, como imperfecto humano?

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