viernes, 26 de agosto de 2011

Revelación (Azur Mar Do Céu)

Mi cuerpo abandonaba la melancolía del ocaso
mientras tu alma recibía la promesa del alba
en el tránsito de nuestras palabras
que son a la distancia una sola: conjunción de astros
regidos por un mismo deseo,
el de nuestros cuerpos y su historia
llamados al reconocimiento
—palmo a palmo, cicatriz a cicatriz,
estremecimiento a estremecimiento—
de un germen que entre los labios
se abre a la luz y palpita
un primer rocío de vida sin sombra.

Renacimos de la noche a un silencio de asombro
donde las verdades de lo invisible
se nos revelaron en un fulgor infinito,
donde fuimos uno con la liviandad
de las aguas que a su paso se visten del cambiante cielo,
del fuego arborescente que florea y ofrenda el aroma
de cuanto a placer se abrasa en su camino,
de la tierra que se entrevera para anidar en su centro
el pulsar tímido de una forma inminente,
del aire que es toda anunciación y manifestación de lo posible.

Y ante un mismo toque respondimos con idéntico nombre,
fuimos una sola aurora incendiando el pensamiento,
hoguera de rocío despertando a un mañana
de lenguajes inaugurales
que en su comienzo ya se consume
y clarea la visión de estar siendo ahora, no más,
la piel de la entrega al instante ceniza, único,
entre la incesante flama del tiempo.

Emergencia de amar fervorosos esa voz que así se nos revela,
fibra esencial que en nuestro latir ensueños se perpetúa
y nos retorna colmados, trémulos, eternos.

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