Voy con los recuerdos al hombro, desojando margaritas.
Quien no recuerda al maestro de sus primeras letras.
Como olvidar al amigo de la infancia, esas travesuras que
aun resuenan en nuestras mentes.
La patojita que nos robaba un suspiro al viento, cada vez
que pensabamos en ella.
El primer beso que dimos, esa conquista que era como
tocar el cielo; nuestro corazon latia a mil por hora, no
sabiamos si era realidad o imaginacion como siempre
soliamos tener.
Esperar el momento de vernos a escondidas, era un
tormento; porque a esa edad de las ilusiones, los padres
de ambos pichones; consideraban prohibido pensar en
amores.
Cuantas veces no llegamos a pensar, que ya teniamos
edad para jugar de ha deveras; no con juguetes... sino
con mujeres de carne y huesos, que nos hicieran sentir
esa etapa de juventud; de heroes sin control y
corona.
Asi recordamos posiblemente lo mejor que nos haya
pasado, cuando la vida nos sonreia, sin preocupaciones,
sin prisas; y lo mejor... sin penas que compartir, eramos
inocentes un poco rebeldes capaces de creer en el amor.
Hoy con hilos de plata visibles y con honra, los llevamos
bien puestos, algunos ya brillan por su ausencia; un poco
pelones. Me atrevo a musitar... bien valio la pena, llevar
tantos recuerdos al hombro; de la infancia, juventud y
madurez, poder contar las estrellas tan bellas; y vivir
nuevamente esos dulces recuerdos, como si fueran
acaecidos ayer.
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