domingo, 12 de junio de 2011

En la esquina del odio del hombre sin rostro (Ser Triste)


Hoy, en la esquina del odio,
me topé con el hombre sin rostro;
en la esquina del odio,
tal vez demasiado pronto.

Sus manos de estatua
estrangulan ratones blancos;
su mirada rara
desprende un sino de pétalos bárbaros;
sus ojos son anclas
aferradas al espacio;
su sombra traspasa la calle
y se pierde en la tarde;
su espalda huele
a andenes y sangre;
su voz es rama
quebrada en la noche.

¿Por qué?

¡Ah, la sonrisa,
la sonrisa del hombre sin rostro
en la esquina del odio!

Sin más,
se sacó la corbata
y me lustró los zapatos.

“Cuando un viento de lunas
silbe la canción del condenado;
cuando resuene en tus pasos
un redoble urgente de lagartos;
cuando la piedra se enfríe
y la hoja crepite en tu llanto...
apura la copa, cierra la cuenta y pasa la gorra.
Entonces, sólo entonces
te daré pasaje en mi barco”.

Su voz se deshizo
en ronco estertor de ahogado;
y en su sombra de andenes ajados
espalda, sangre y mirada de ancla
se perdieron despacio.

¡Ah, la sonrisa,
la sonrisa en la esquina del odio
del hombre sin rostro
prendió en mis zapatos!

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