Yo que siempre llegué tarde
al regazo dulce del cobijo de la madre
y me perdí, de su ternura,
la fuente sabia de la que brotan,
transparentes y con fuerza, las palabras.
Yo que no supe pronunciar tu nombre
con la fuerza depredadora y rebelde que te nace
desde lo más hondo de la entraña
y me perdí esas pequeñas cosas
que es ,en todo, lo único importante.
Yo que llegué tarde al amor, al sexo,
a casi todos los lugares donde debí de pernoctar
cada instante de esta efímera vida
quiero sentirte, ahora, porque me aterra
que el mañana sea tan breve como ayer
y que nosotros,los de entonces ,seamos los mismos
a pesar de los hermosos versos de Neruda.
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